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Mostrando entradas de marzo, 2017

De la Alcarria peregrina: el monasterio de Monsalud

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A unque parezca increíble, en vista de su aspecto actual, el monasterio de Monsalud fue el más antiguo y a la vez, el más poderoso de los cuatro monasterios fundados por la Orden del Císter en la provincia de Guadalajara. De los otros tres, el monasterio de Bonabal, situado en las proximidades de Retiendas, corrió pareja suerte, y hoy día apenas es una ruina irreconocible donde Mater Gaia, progresivamente, va recuperando lo que en buena ley le pertenece. Otro tipo de suerte bien distinta, sin embargo, corrieron los monasterios de Óvila y de Buenafuente del Sistal. Mientras que éste último continúa albergando una comunidad de monjas del Císter y alentando retiros espirituales entre los conversos, el monasterio de Óvila –situado en las proximidades de lo que siempre se han conocido como las Tetas de Diana-, fue trasladado, piedra a piedra a los Estados Unidos, a la mansión de Randolph Hearst, el que fuera uno de los más grandes magnates del mundo del periodismo, cuya vida fue magistr

Cuenca: el Seminario de Villalba de la Sierra, el Ventano del Diablo y la Ciudad Encantada

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V illalba de la Sierra, es un pueblo que se sitúa, aproximadamente, a una veintena de kilómetros de la capital conquense, pudiéndose añadir que su paso es poco menos que obligado para todos aquellos que tengan la intención de dirigirse hacia esos dos grandes hitos de magia natural, que son la Ciudad Encantada y el nacimiento del río Cuervo. De hecho, es precisamente a partir de aquí, cuando el paisaje deja de ser soberanamente solano, un tanto monótono y por defecto lineal, para transformarse en extravagancia gótica, donde dos inigualables canteros –la erosión y un río poblado de multitud de leyendas sobre ninfas y dianas, el Júcar-, se pusieron de acuerdo, hace milenios, para elaborar en silencio, sin prisa pero sin pausa –como requiere toda buena artesanía-, un mundo fantástico en el que quebradas, farallones y singulares desfiladeros semejan, metafórica y comparativamente hablando, templos y catedrales naturales, donde todavía se respira, a poco que se ponga en guardia el olfato

Cuenca: San Pantaleón o las nieves de antaño

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S e pregunta el peregrino, observando con tristeza los tristes muñones de lo que, allá por el siglo XII, fuera la ermita de San Juan Bautista, posteriormente conocida como de San Pantaleón, si quizás los custodios del Camino, ese Temple anegado en polvo y sudor que fue bautizado en el martirio al amparo de los Santos Lugares, y del que dicen los olvidados cuentos de la abuela que rendían pleitesía aquí al santo Jano cristiano del equinoccio de verano y también al santo médico –el milagro de la licuefacción de cuya sangre, maravillaba originalmente a los peregrinos medievales que se adentraban por el norte de Burgos, y más concretamente, por su Merindad de Losa-, huyeron un día de otoño hacia aquél otro santuario inaccesible, pero quizás más seguro, después de todo, donde el poeta Villon situaba –yo sigo opinando, que dejándose aconsejar por una adolecida Musa de la Melancolía-, las nieves de antaño. El lugar, situado a escasos metros de la catedral, semeja un desgarro de forma rect

Cuenca: la catedral de Santa María de Gracia

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A lgo parece seguro: y es que cierzos ventosos hicieron que las ocas de Huelves levantaran el vuelo, llegaran a Cuenca y después del cruento asedio a que fue sometida la guarnición mora y en el que destacó el arrojo de ciertos monjes-guerreros, custodios, por otra parte, del Camino, dejaran una apreciable dosis de su arcana sabiduría, no sólo en los escudos heráldicos –algunos, malheridos por esa rémora que acompaña siempre al tiempo y que se llama erosión-, en las viejas arcadas con las que de cuesta en cuesta se va uno tropezando mientras recorre la espiral de callejas en ascenso de la parte antigua, sino que también, y sobre todo, en esa espléndida joya gótica en la que, como se aventuraba en la entrada anterior, no sólo pintan Copas y Espadas, sino que además, por desgracia, sufrió los embites demoledores del mazo de Bastos en una partida contemporánea, perdiendo parte de su estructura original, detalle por el que puede infundir la sensación de parecer una torre de Babel inacab

El Camino de las Ocas pasa por Huelves

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N o vi rastro de la Nave Blanca de Lord Dunsany, cuyas huellas creí vislumbrar en Ávila, extramuros y a orillas del río Adaja; pero en ese frenesí que es la vida, en definitiva ese sueño esa ilusión , sí percibí –o así al menos me lo pareció-, un lugar de anidaje de una misteriosa y anónima bandada de ocas itinerantes, que es de suponer que dejándose llevar por los intrépidos avatares de la Reconquista, recalaron poco menos que a la vera de una ciudad que lleva por nombre el apellido de un cardenal que, como Constantino, también vio ese invictus et in hoc signo vinces en el cielo: Tarancón. Huelves se llama el lugar en cuestión y hemos de situarlo –tiro de piedra va, tiro de piedra viene- a unos setenta kilómetros de una capital, la conquense, en cuya catedral pintan no sólo Copas, sino también Espadas templadas en el bautismo del martirio y a juzgar por lo perdido, también algún que otro Basto, cuyo golpe devolvió los husos de sus pináculos al cesto de la Parca. D e este conc

La ermita de San Segundo de Ávila

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E l Camino –fatiga, espinas, expectativas o desesperaciones aparte-, es también un espléndido carburante para activar el motor de los sueños. No importa cómo se haga, ni tampoco los lugares a donde uno decida ir, bien sea por voluntad propia o dejándose llevar en volandas por ese Papá Ganso que es Mesir Destino , experto piloto que en ocasiones navega a favor de la corriente y otras, sin embargo, bracea sin timón y encomendado a Dios en aguas turbulentas. Hablando de aguas, de corrientes y de turbulencias, todavía me pregunto si la última vez que mis pies hoyaron esa tierra arévaca tauromaquizada con la sangre de los bueyes de Gerión –en cuyo cartel mitológico figura ese gran diestro que fue Hércules, quien posteriormente se convirtió en el encargado de sacar a hombros al Niño en las plazas monumentales de iglesias y catedrales-, y que en el fondo puede llegar a imaginarse que es Ávila, no se me adelantó, por poco, la Nave Blanca de aquél gran soñador -ignoro si también fue pere