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Mostrando entradas de septiembre, 2014

De Wamba a Urueña: Nª Sª de la Anunciada

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D espués de dejar atrás Wamba y sus ancestrales misterios, el peregrino recuerda la advertencia de Vicente Herbosa (1), relativa a Urueña, y posiblemente como aquél, una vez puestos los pies en tan singular villa, sienta, con un genuino estremecimiento de placer, que en su ruta iniciática por esta zona tan determinada de los Montes Torozos vallisoletanos, todavía se puede saborear un sorprendente esbozo del olvidado mundo medieval. Cierto es -no puede evitar pensar a continuación, con sobrecogedora nostalgia-, que nada es eterno y que las poderosas huestes del Padre Cronos y sus más pérfidos aliados, la mercenaria hombruna, también han pasado por aquí, aunque quizá no de forma tan determinante como en otros lugares de alrededor. Cierto es, así mismo, que Urueña aún conserva buena parte de sus antiguas murallas, y al igual que en otros lugares, como Betanzos, su iglesia gótica de Santa María -situada justamente a la sombra de su puerta principal- aún recuerda. en su adjetivo calif

La iglesia de Santa María de Wamba

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C omo el tiempo, el tránsito estelar tampoco detiene su camino. El ciclo de Virgo está tocando a su fin y la inminente entrada de Libra anuncia la proximidad del otoño. El calor es menos sofocante y los días son más cortos que allá, a mediados de junio, cuando el peregrino, cansados sus ojos de vagar en solitario por las inconmensurables infinidades de los Montes Torozos, recaló en éste, un lugar, sin duda cargado de Historia y de Misterio: Santa María de Wamba. Apenas pone un pie en su interior, sabe perfectamente que no es necesario llegarse hasta el relativamente cercano Monasterio de la Santa Espina, para que un amable monje le susurre, confidencialmente y mientras se atusa con cansancio unos mechones de cabello que el tiempo ha ido cubriendo progresivamente de amarillenta escarcha, que tan sólo con el sencillo acto de subir unos breves escalones -cuatro, a lo sumo cinco, que son los que separan parte del antiguo claustro románico de la actual rectoría y de la iglesia-, el espí

Wamba, cuando la Muerte es un Arte

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E l peregrino se aleja de tierras palentinas, y se adentra en esos misteriosos Montes Torozos, que caracterizan una zona muy singular de la vecina provincia de Valladolid. Sin olvidar los agridulces momentos proporcionados en San Juan de Baños, en su ánimo parece resurgir, quizás con más ímpetu, aún si cabe, ese mundo perdido de los visigodos y se encamina, con el ánimo bien dispuesto, hacia un lugar que, a pesar del tiempo transcurrido, aún conserva en su nombre el recuerdo de uno de sus reyes: Wamba. W amba es, después de todo, uno de esos lugares privilegiados donde el Misterio parece haberse instalado eternamente, para alertar al peregrino -no olvidemos, que entre sus calles figuran nombres como Foncalada o Platerías-, de que nada es casual y de que todo aquello con lo que se tropieza en su largo camino, no tiene otro fin que el de templar su espíritu, con lecciones más o menos amargas. P or eso he querido que, antes de adentrarnos en los pormenores de su fascinante igl

Baños de Cerrato: la fuente milagrosa del rey Recesvinto

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O tra pequeña joya de ese mundo perdido de los visigodos en la provincia de Palencia, la encontramos apenas a una distancia insignificante, que no supera la cincuentena de metros del solar donde se alza la iglesia de San Juan: la fuente milagrosa del rey Recesvinto. Separada de ésta, por la carretera general que atraviesa la población, la fuente forma parte, en la actualidad, de un pequeño parque, cuyos extremos, desiguales, se ven coronados en sus extremos por un edificio de antigua solera y un restaurante que posiblemente posea unas merecidas estrellas de calidad.   D e la fuente, situada en lo más bajo del montículo, cuanta la tradición, cuando no la leyenda, que en sus fértiles aguas, este rey godo, Recesvinto, encontró alivio para el reumatismo del que adolecía, hecho considerado como milagroso en la época en cuestión -no muchos años antes de que los agarenos comandados por Tarik, invadieran la Península-, y posiblemente derivado de tal suceso, se decidiera levantar en sus