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Mostrando entradas de marzo, 2014

El ejército de terracota: los guerreros de Xi ´an en Madrid

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U na vez dejada atrás la tierra de campos, Carrión de los Condes y el monasterio de San Zoilo con la sensación de tristeza que produce ver una auténtica obra de Arte mutilada y perdida para siempre, es buen momento para retornar a casa y dejarse sorprender por algún acontecimiento cultural digno de verse. Para empezar, y antes de que el próximo domingo retornen a su lejano país de origen, se me ocurre uno en particular, cuya contemplación no puede dejar a nadie indiferente, pues no sólo contrasta la antigüedad con la belleza, sino que también, subsistiendo en la sombra junto a ellas, una completa dosis de misterio le añade un inmejorable ambiente a la exposición: el ejército de terracota; los guerreros de Xi'an. S i bien es cierto, que apenas se trata de una diminuta avanzadilla, su visión, no obstante, resulta más que suficiente, como para conseguir que un estremecimiento le recorra el cuerpo a uno, de la cabeza a los pies. Datados en 210-209 a. de C., forman parte de los oc

Carrión de los Condes: el viejo monasterio de San Zoilo

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S ería un olvido imperdonable alejarse de Carrión de los Condes y no mencionar, siquiera en unas breves líneas, lo que todavía sobrevive -más bien poco, es cierto- de aquél orgulloso monasterio benedictino, que fue el de San Zoilo, anteriormente, bajo la advocación de San Juan Bautista. De ésta época, sin duda, y aunque se ignora la fecha exacta de su fundación, datan las primeras noticias, citándose el año 948 y una pequeña comunidad de monjes dirigida por un abad de nombre Teodomiro. Y esto se sabe, porque en dicho año el citado abad concluyó el libro del Becerro -recordemos, Becerros en Castilla y Tumbos en Asturias-, que así lo menciona. Cambió el nombre primigenio de San Juan Bautista por el de San Zoilo, allá por el siglo XII, cuando las reliquias de un santo mártir, llamado Zoilo o Zoil, llegaron al lugar procedentes de Córdoba. Cuentan las crónicas, que por aquella época, el cenobio estaba protegido por la familia condal de Carrión. Y así debió de ser, en efecto, pues mucho

Carrión de los Condes: el Museo de Arte Sacro de la iglesia de Santiago

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‘Hay determinadas ciudades, lo mismo en España que fuera de ella, que no se incluyen en el itinerario acostumbrado de los viajeros y que permanecen desconocidas para gran número de ellos, a pesar de los tesoros que encierran…’. (1) T ales eran las impresiones de Gustavo Doré -famoso por sus monumentales grabados, sobre todo, aquéllos dedicados a la Divina Comedia de Dante Alighieri-, y del barón Davillier cuando, durante el transcurso de su intenso viaje por España, llegaron a esta espléndida ciudad palentina de Carrión de los Condes. Impresiones que, en cierto modo, continúan conservando su vigencia en la actualidad, pues a pesar de ser, en un concepto general, un auténtico Museo Histórico, la vieja Carrión continúa siendo, además, y   en cierto modo, la Bella olvidada. Cierto es, así mismo, que ha perdido buena parte de su patrimonio histórico; un patrimonio que, de haberse conservado no intacto, lo cual resultaría ciertamente milagroso, pero sí mejor y con más cariño, hu