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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Una luz al final del puerto de Pedraja: San Juan de Ortega

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'...visitad la tumba de san Juan de Ortega -en el mundo Juan de Quintanaortuño-, otro pontífice y arquitecto iniciado que construyó el puente de Logroño, reconstruyó el del río Najerilla, levantó el hospital de Santiago de aquella ciudad y edificó la iglesia y la hospedería que llevan su nombre. Pero, además, como santo taumaturgo, se hizo famoso ni más ni menos, que por resucitar muertos. Así lo afirma al menos la leyenda' (1). E ste breve, aunque interesante periplo peregrino, finaliza, aproximadamente, diez kilómetros más allá de la ermita de Valdefuentes. Y lo hace, en uno de esos lugares especiales del Camino, en el que los canteros, dando muestras, una vez más, de su pericia y de sus conocimientos -no sólo geométricos, sino también astronómicos- dejaron, para la posteridad, una señal en forma de rayo de sol que, cada 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano -en la apertura de esa porta coeli regida por Jano, el dios romano de las dos caras- penetra en la nave

Por el Puerto de Pedraja hacia San Juan de Ortega: la ermita de Valdefuentes

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'- Conozco a un cantero. Él dice que con sus manos saca el alma de las piedras y, a cambio, la piedra se queda con parte de la suya' (1). E l peregrino que ha dejado atrás Villafranca Montes de Oca -habiendo pasado por lo que antaño fuera el monasterio de San Félix y el santuario de Nª Sª de Oca- asciende con determinación el dificultoso puerto de Pedraja, con la intención de dirigirse hacia San Juan de Ortega. A mitad de puerto, aproximadamente, y a unos 10 ó 15 kilómetros de distancia de ésta, hace un alto junto a una curiosa ermita que comparte nombre, también, con una fuente que ya en el pasado sació la sed de viajeros ilustres: Valdefuentes. U no de tales viajeros, fue el poeta Gonzalo de Berceo, perteneciente a esa maravillosa corriente intelectual, denominada como Mester de Clerecía y autor, entre otras, de una auténtica joya de la Literatura Universal, como es su obra Milagros de Nuestra Señora , donde introduce algunas historias que son bien conocidas por los peregrin

Peregrinos en Villafranca Montes de Oca: Segunda Parte

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A veces, hay deseos que no pueden cumplirse en el momento en el que a uno le gustaría. Por regla general, ningún viaje es perfecto; sobre todo, si se lleva el tiempo contado y además una ruta previamente planificada, que no admite desvíos, ni siquiera cuando las circunstancias sitúan en las cercanías aquél lugar que desearíamos visitar. Muchas veces queda, como digo, esa sensación de vacío que acompaña siempre a un deseo irrealizado; eso que, generalmente, denominamos como quedarse con las ganas de . R ecuerdo, y lo digo como antecedentes para la introducción de esta pequeña historia, que me quedé dos veces con las ganas de parar en Villafranca y visitar este interesante santuario natural, donde se levanta la ermita de Nª Sª de Oca. En ambas ocasiones, por increíble que parezca, pasé por las cercanías, y por las circunstancias anteriormente mencionadas, no me fue posible parar. E n la primera, me ocurrió dos veces: a la ida y a la vuelta de un viaje de vacaciones, corto pero intenso,

Peregrinos en Villafranca Montes de Oca: Primera Parte

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'Polvo, barro, sol y lluvia es Camino de Santiago. Millones de peregrinos y más de un millar de años...' (1) F inales de agosto. El verano bosteza, preparando las maletas para hacer turismo por otras latitudes, otros hemisferios, en cuyo hotel ya ha hecho la reserva, como es habitual. Aún así, el sol continúa zurrando de lo lindo; calentando con saña, sin importar lo temprano de la hora. Su caricia sofoca en campo abierto y muy pocos son los que se parar a mirar el vuelo de las aves. Todas, en formación y desde luego en solidaria comandita, forman una punta de lanza que señala hacia Oriente. El peregrino, mochila al hombro y bastón en mano, lo intuye; pero no detiene nunca su marcha, excepto en los puntos previamente establecidos en su ruta. Se sabe peón activo en el Gran Juego Vital en el que está participando y considera sus ampollas y penalidades como estigmas que ponen siempre a prueba su fortaleza y su fe. P oco después de amanecer, llegan los primeros peregrinos. Por la d

Otoño soriano

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'No somos lo que la gente deseaba que fuésemos. Somos lo que decidimos ser' (1). Sólo es una Fantasía. Porque, lectores y caminantes, en el fondo, todos somos Sanchos y Quijotes y ancho, desde luego, es el Camino, donde quizás algún día nos encontremos... M i querido Señor Don Quijote: T iempo ha que nos separamos y como véis, aún continúo vagando por esos caminos de Dios. Lo hago como siempre: a lomos de burra vieja . Voy en busca de mi ínsula, ¿recordáis?, aquélla que vos me prometisteis y que vuestros enemigos no permitieron que cumplierais con vuestra palabra de hidalgo y caballero. Como sabéis, pues bien me conocéis, nunca he sido muy hábil a la hora de escribir, de manera que proseguiré la presente misiva con una pregunta: ¿soy yo quien persigue al otoño, o es el otoño el que me persigue a mí?. Lo sé, lo sé, mi buen caballero: soy cristiano viejo y holgazán por naturaleza, incapaz de perseguir algo que no esté destinado a saciar mi pantagruélica fame . Sí, sí, ya sé tamb

Persiguiendo al otoño por la Sierra de la Demanda

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' -Yo me estaba en Barbadillo, / en esa mi heredad; / mal me quieren en Castilla / los que me habían de aguardar. / Los hijos de doña Sancha / mal amenazado me han / que me cortarían las faldas / por vergonzoso lugar, / y cebarían sus halcones / dentro de mi palomar, / y me forzarían mis damas / casadas y por casar...' (1) C astilla la Vieja. La Vieja Castilla. La de forúnculos inciertos en unas posaderas cuyos orígenes no están todavía nada claros. Burgos y su provincia: mesetaria e infinita; ancestral y llana. Burgos, cuna de caminantes y caminos de peregrino. Burgos la fría, la del eterno manto de armiño hasta bien entrada la primavera; la cosmopolita; la de los Fueros; la Comunera; la profunda. Madre paridera de las Merindades; de la Bureba; de la Esgueva; de los tejemanejes esotéricos del puerto de la Pedraja y los Montes de Oca; la de los santuarios; la de los puentes y los pontifices; la de los benedictinos deambulando eternamente por los claroscuros de un claustro, el d