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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Lugares Mágicos de Madrid: el Templo de Debod

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L ongevo, no en vano tengo una edad aproximada de 2200 años, he de reconocer que poca o ninguna sorpresa, para ser precisos, me produce ya la estúpida frivolidad humana. Creo, y correjidme si me equivoco, que por mucho agradecimiento que pueda haber entre dos países, no deja de ser un auténtico sacrilegio y una aberrante insensatez, regalar un templo. Tal vez hubiera sido mejor descansar en ese lecho de limo y agua, al que estaba destinado, cuando se construyó la presa de Asuán. E n efecto, allí nací, en el sur de mi Egipto amado, cerca de donde el Nilo corta al Tropico de Cáncer, recibiendo el amparo de los benéficos rayos de Ra, mi adorado dios del Sol, en un pequeño oasis, protegido por las doradas, ondulantes y ardientes dunas del desierto. A Amón y a Isis me consagraron, y en el ínterin de los siglos, mi sagrada estructura fue visitada, entre otros y por diversas razones, por egipcios, nubios, nómadas y romanos. Incluso me visitó, aunque dejara breves reseñas, ese al que os referí

Lugares Mágicos de Madrid: la estatua del Ángel Caído

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'Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?'. '¡Cómo has cáído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!' [Isaías, cap.14, ver. 12-14] N o dejo de ser una estatua, y sin embargo, ¡cuántos misterios conservo!. No os extrañéis, ni penséis que, cuál representación abominable de la Rebelión, lo que os voy a decir son simplemente falacias. Así lo quiso mi padre, de nombre Ricardo Bellver y de profesión, en apariencia, escultor. L ejos de ver en mí esa bestia abyecta de un Génesis demasiado complicado para ser siquiera intuído -cuando menos comprendido- por vuestras limitadas mentalidades humanas, pensad en mí como en un espíritu libre y mitológico que volvió a nacer en 1877, en una época en la que todavía algunas cosas no se hacían porque sí, y hasta donde una, en apariencia, inocente estatua, ocultaba detalles evidentemente ajenos a la casualidad. N o aludáis al adjetivo de la vanidad para calificarme, si os digo que Bellver, gracias a mi, obtuvo, un año después de

Lugares Mágicos de Madrid: la Cuesta de Mollano

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'Este lugar es un misterio. Un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo lector, un nuevo espíritu...'. [Carlos Ruiz Zafón: 'El juego del ángel'] -

Caprichos de Madrid

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L ejos de los Caprichos de Goya, y también de la Leyenda Negra iniciada en tiempos de Felipe II, he aquí unos auténticos Caprichos que, no sin avatares, han sobrevivido a los deseos de privacidad de una duquesa; al tiempo, y sobre todo, a la barbarie de los hombres. N o se precisan más comentarios. Aunque en pequeña parte y de corta duración, han sido reunidos con el único fin de liberar algo del estrés que una ciudad como Madrid puede llegar a generar. Y de paso, ¿no creéis que de vez en cuando nos podemos dar el Capricho de Soñar?.

Cuento de Otoño 2: Enigmas, Búnkeres y Laberintos

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{Él vídeo, y sobre todo el Laberinto que se muestra, se lo dedicó a una persona entrañable: a mi amigo Edouard. La narrativa, cuando los avatares del tiempo y la impaciencia sosieguen mis ideas, estará dedicada a todos mis amigos. Hasta entonces, un fuerte abrazo} ******* -

Cuento de Otoño

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H ubo un gran físico de origen judío, aunque alemán por derecho de nacimiento y de nacionalidad suiza por circunstancias, que afirmó una vez que la verdad está en la belleza misteriosa . La memoria, frágil en algunas ocasiones; irresoluta y maliciosa, en otras, resulta, sin embargo, una auténtica pendenciera cuando llega a sentirse amenazada por el olvido. Al cabo de los años -más de los que me gustaría confesar, pues la vanidad también es una cualidad humana- poco podía imaginar que cierto lugar, que conocí siendo apenas un adolescente, pudiera abandonar su particular estado de desolación, ruina y asesinato cultural, para recobrar, en la actualidad, parte de esa verdad, asociada, sin duda, a la clase de belleza misteriosa a la que hacía referencia Albert Eintein. E l lugar en cuestión, por cierto, responde al nombre de Capricho, y alude, con inequívoca veracidad, a los deseos trascendenes de la persona que lo mandó construir, en esa etapa de finales del siglo XVIII, donde Ocultismo y