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Mostrando entradas de agosto 18, 2008

El Peregrino en el Norte: Cantabria, Cuarta Parte

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Una apocalíptica joya medieval: el Beato de Liébana {}

El Peregrino en el Norte: Cantabria, Tercera Parte

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Picos de Europa: Mirador y ermita de San Miguel 'La memoria es un diario personal que llevamos consigo a todas partes' [Oscar Wilde] Se trata de construcciones sencillas pero atractivas; de planta cuadrada, por lo general, en las que destaca -cual obelisco apuntando a un cielo que suele estar cubierto de nubes gran parte del año- la torre, delgada y plana, en la que no suele haber campanas. Al contrario que cualquier otro tipo de iglesia, ermita o templo, éstas parece que no se levantaron ex-profeso con la intención de acoger a los fieles en su interior, sino con el fin de albergar figuras o reliquias sacras, que actuarían a modo de protectores del lugar y sus gentes. Su culto, por tanto, se prevé de puertas para afuera, posiblemente como punto de reunión en las romerías. En el caso que nos ocupa, la pequeña ermita-mirador de San Miguel, forma parte de una red de ermitas que, como pequeños satélites, gravitan alrededor de un astro rey que, lógicamente, no es otro que el Monaste

El Peregrino en el Norte: Cantabria, Segunda Parte

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Picos de Europa: Monasterio de Santo Toribio de Liébana. 'Diríase que Liébana entera es un Nacimiento, un Belén. Montañas gigantes, alternando con verdes colinas; ríos de aguas transparentes, poblados de truchas; pequeños y estrechos valles, cubiertos de verdor y de frutales; mil pueblecitos pinturescos, como nidos de águilas...'. [Fr. Juan Ariceta: 'Santo Toribio de Liébana y la reliquia de la Santísima Cruz'] ¡Santo Toribio de Liébana!. Simplemente el nombre parece ejercer una certera, misteriosa fascinación sobre el espíritu, que va más allá del simple hecho de acceder a un lugar sacro. Porque Santo Toribio de Liébana, es mucho más que un simple monasterio rodeado de bosques y montañas. Es un auténtico Santuario. Un punto neurálgico, donde el magnetismo de la Divinidad se deja sentir a los pocos minutos de deambular por el lugar. Rodeado de un aura de leyenda, tan impenetrable, quizás, como esas nieblas eternas que parecen haberse instalado definitivamente en las cum